Foto: Fernando Rodríguez. |
Complejo, por la combinación de ensayo y novela y por la aspiración de ser un manual para los que tengan responsabilidades sobre el espacio rural, no solo en Asturias sino en toda España. Así es «La Casa de mi padre», la última publicación del experto en desarrollo territorial Jaime Izquierdo, que se presentó en la Casa de La Buelga de Ciaño. El acto estuvo organizado por la Universidad de Oviedo y la asociación Cauce del Nalón en colaboración con el Club LA NUEVA ESPAÑA en las Cuencas. El escritor fue presentado por Marta Pérez, gerente de Valnalón, Aladino Fernández, director de la Casa de La Buelga, y Luisa Marrón, socia de Cauce.
Marta Pérez hizo una amena presentación del libro llena de guiños, coincidencias y complicidades porque su padre, al igual que el del protagonista, fue un emigrante que llegó a Langreo «en busca no solo de porvenir sino de libertad y cultura». Por su parte, Aladino Fernández destacó el esfuerzo del autor por lograr un estilo, «plasmando ideas con un lenguaje poético y emotivo».
Izquierdo comenzó defendiendo la ingenuidad como una forma de ir por la vida. De ahí su preocupación infantil por hacer experimentos y expediciones fallidas como las de encontrar el lugar donde el Nalón comenzaba a estar contaminado. Y con los años, esa ingenuidad le ha llevado a trabajar en el medio rural para superar los contextos industriales que han enfrentado a las aspiraciones de desarrollo con las de conservación de la naturaleza.
Las primeras cincuenta páginas del libro hacen referencia a Gerad Enterría, un joven ingeniero de sistemas francés, hijo de un asturiano emigrado a Burdeos, que se enfrenta al compromiso adquirido con su padre de no abandonar a su suerte la casa familiar en San Esteban de Cuñaba. A partir de ahí la narración se mezcla con el ensayo y aparece una propuesta metodológica para diseñar la gestión de los territorios campesinos en el siglo XXI. Por eso, Jaime Izquierdo dijo que «La casa de mi padre» es un libro para abrir un gran debate «tranquilo, pero debate». El compromiso no es rehabilitar la casa para pasar quince días, sino hacer como el padre de Gerad que pinta la casa y el territorio. Lo que dice el padre en el libro son los pensamientos de los campesinos que ha ido conociendo a lo largo de su vida.
Izquierdo confesó que el libro se complica porque no podía hacer solo literatura ante la pregunta ¿qué tenemos que hacer?. Adelantó que en el libro aparecen dos líneas necesarias y complementarias. Una es interna y consiste en trabajar con las asociaciones de vecinos y comunidades rurales, porque tienen el conocimiento, como en Picos, «donde el linaje de pastores se pierde en la historia». Esos campesinos son reacios a la innovación, sobre todo porque son conscientes de que las innovaciones industriales les han complicado la vida. La segunda es la reforma de las políticas regionales, porque la única expresión de esas políticas son los parques naturales «que alimentan el abandono del territorio». Señaló que hay una corporación de funcionarios que viven alrededor de un modelo equivocado y desenfocado, así habría que volver a 1918, año de la creación del Parque Nacional de Covadonga, y decirles que se habían equivocado. «Necesitamos una nueva generación de gestores del territorio que conozcan la realidad y se impliquen como en Francia, donde los directores de Parques Nacionales son básicamente agentes de desarrollo, o no conseguiremos nada», sentenció.
El libro es una asignatura, un manual para la introducción a la agricultura campesina postindustrial que está planteada como una herramienta multiusos para agentes de desarrollo, responsables políticos e institucionales, estudiantes universitarios de cualquier especialidad y sobre todo a los herederos de la cultura campesina y a sus hijos que ahora viven en la ciudad.
[Copyright diario La Nueva España, 23-4-2012. Foto: Fernando Rodríguez.]