Sobre la conferencia de Susana Rivera acerca de Ángel González en la Casa de Cultura de La Felguera.
ANTONIO MASIP
Sin olvidar nunca mi estirpe samense me encontré requetebién en la Casa de la Cultura de La Felguera con motivo de la conferencia de Susana Rivera sobre Ángel González, el posterior recital y el análisis de Ricardo Labra.
De La Felguera no se olvida tampoco la fuerte personalidad colectiva que hizo surgir una voz definida, anarcosindicalista, extraña en medio de la mayoría marxista del histórico movimiento obrero de la Cuenca. Ahí tuve amigos veteranos que mantenían sus disidencias y fidelidades ideológicas con dignidad encomiable: Aquilino Moral, del POUM, los comunistas ortodoxos Sionín y Palacios, el cenetista Eladio Fanjul, Avelino Fernández Cabricano. No me sorprendió que a la misma hora que se llenaba la Casa de Cultura hubiera también teatro y algunos vecinos preclaros se acercaran incluso a un acto de la Fundación Emilio Barbón.
Mientras Quico Palacios, Ricardo y Susana leían, recordaba el apego que Emilio Alarcos y Ángel González tenían por el concurso felguerino de relatos cortos. No en vano, antes de que lo hiciéramos en el Tigre Juan, descubrieron allí a Luis Sepúlveda. La presencia de Paula, viuda del escritor y editor Alberto Vega, rememoraba la aventura maravillosa de Luna de Abajo, el vuelo langreano de unos jóvenes que tomaron la fuerza de un poema de Ángel.
Pero no fueron sólo nostalgias muy mías. Tras el parlamento de Susana, que aparecerá en el primer aniversario del poeta, al frente de la nueva antología que preparan Visor y Alsa, destinada a miles de lectores, escuché aportaciones que eran seguidas por un público incondicional. Así creo que son más que razonables las puntualizaciones de Susana a la publicación de «Nada grave», el libro póstumo de su marido. Es verdad que coincidiendo con una intervención de Ángel en los cursos de Santander, el poeta habló de que no volvería a escribir o, al menos, a publicar. Lo dijeron antes muchos otros creadores geniales en su madurez. Por fortuna, con Ángel González no fue nunca cierto. Se lo reprochamos ya entonces y hemos tenido la suerte de contar con Susana («ya sin mí, este amor, te amará siempre») que, capaz de sobreponerse, ha dado a la estampa un texto, bien terminado, que está en línea recta -o que cierra el círculo, como también se dijo-, de «Áspero mundo».
En fin, La Felguera poética.
[Copyright La Nueva España, 8-11-08.]
De La Felguera no se olvida tampoco la fuerte personalidad colectiva que hizo surgir una voz definida, anarcosindicalista, extraña en medio de la mayoría marxista del histórico movimiento obrero de la Cuenca. Ahí tuve amigos veteranos que mantenían sus disidencias y fidelidades ideológicas con dignidad encomiable: Aquilino Moral, del POUM, los comunistas ortodoxos Sionín y Palacios, el cenetista Eladio Fanjul, Avelino Fernández Cabricano. No me sorprendió que a la misma hora que se llenaba la Casa de Cultura hubiera también teatro y algunos vecinos preclaros se acercaran incluso a un acto de la Fundación Emilio Barbón.
Mientras Quico Palacios, Ricardo y Susana leían, recordaba el apego que Emilio Alarcos y Ángel González tenían por el concurso felguerino de relatos cortos. No en vano, antes de que lo hiciéramos en el Tigre Juan, descubrieron allí a Luis Sepúlveda. La presencia de Paula, viuda del escritor y editor Alberto Vega, rememoraba la aventura maravillosa de Luna de Abajo, el vuelo langreano de unos jóvenes que tomaron la fuerza de un poema de Ángel.
Pero no fueron sólo nostalgias muy mías. Tras el parlamento de Susana, que aparecerá en el primer aniversario del poeta, al frente de la nueva antología que preparan Visor y Alsa, destinada a miles de lectores, escuché aportaciones que eran seguidas por un público incondicional. Así creo que son más que razonables las puntualizaciones de Susana a la publicación de «Nada grave», el libro póstumo de su marido. Es verdad que coincidiendo con una intervención de Ángel en los cursos de Santander, el poeta habló de que no volvería a escribir o, al menos, a publicar. Lo dijeron antes muchos otros creadores geniales en su madurez. Por fortuna, con Ángel González no fue nunca cierto. Se lo reprochamos ya entonces y hemos tenido la suerte de contar con Susana («ya sin mí, este amor, te amará siempre») que, capaz de sobreponerse, ha dado a la estampa un texto, bien terminado, que está en línea recta -o que cierra el círculo, como también se dijo-, de «Áspero mundo».
En fin, La Felguera poética.
[Copyright La Nueva España, 8-11-08.]