El antropólogo y profesor universitario presentó en Ciaño su libro sobre este colectivo que considera que «fue una etnia».
Langreo, J. A. VEGA
Dos horas y media sirven para acercarse al mundo de «Los Vaqueiros de Alzada de Asturias» y más si se hace de la mano del antropólogo y profesor universitario Adolfo García Martínez. En ese tiempo, García hizo un detallado recorrido de casi cinco siglos, evidenciando los pilares y las fases fundamentales de la profunda identidad étnica del vaqueiro de alzada. En el acto estuvo acompañado por Jaime Izquierdo y Marta Pérez Toral, directora del Área de Extensión Universitaria de la Universidad de Oviedo. La actividad estuvo organizada por la Universidad de Oviedo y Cauce del Nalón, en colaboración con el Club LA NUEVA ESPAÑA en las Cuencas. Izquierdo dijo que la obra es un trabajo complejo y felicitó al autor «porque rescata la historia nunca contada, explorando y explicando qué hacían los asturianos que nos precedieron».
El libro es una nueva edición del original presentado hace veintidós años y que supuso más de ocho años de trabajo al escritor, años en los que combinó el trabajo de campo con cientos de horas encerrado en archivos como el de Simancas en Valladalid. García destacó que lo más importante de la publicación es el método de investigación en el que combinó la etnografía para mirar hacia atrás y la historia para mirar hacia adelante. Y pidió rigor científico al hablar de los vaqueiros porque «se siguen usando tópicos como los de la discriminación en iglesias y fiestas que sólo sirven para descafeinar el tema».
A la hora de hacer una descripción, el antropólogo dijo que los vaqueiros de alzada, aunque son asturianos como los demás, constituyen un grupo étnico, porque «se autoperpetúan biológicamente, comparten unos valores fundamentales específicos, integran un campo de comunicación e interacción, se identifican a sí mismos y son identificados por otros y, por último, constituyen una categoría distinguible de otras del mismo orden». El territorio que ocupan está limitado por los ríos Nalón y Navia y va desde el mar a la divisoria, estableciendo dos residencias: una de verano (alzada), en las zonas altas, y otra de invierno (braña), en las bajas. El grupo practica la trashumancia entre una y otra en función de los pastos, con toda su familia, enseres y ganados.
Esta identidad étnica es fruto de un largo proceso histórico con tres fases sucesivas. La primera fase, sin duda la más difícil y determinante, se extiende desde principios del siglo XVI hasta finales del XVII. García definió esa fase como la «revolución de las cercas», debido a la lucha por el control de los pastos altos y en la que influyó sin duda el fuerte incremento demográfico. La segunda fase gira en torno a las redenciones jurisdiccionales, «por el espíritu de lucha y de independencia de esos ganaderos trashumantes, que habían protagonizado y ganado la batalla de las cercas». Eso les lleva a afrontar un inimaginable y costoso nuevo frente de lucha, «la compra de su libertad señorial a plazos». La tercera y definitiva etapa culmina a principios del siglo XX cuando los pueblos y parroquias de vaqueiros compran los espacios no cercados de monte y pasto.
Adolfo García habló también de los vaqueiros en el plano económico, social y mental. Comentó que el vaqueiro de alzada posee una estructura económica propia y sustancialmente distinta a la del resto. Practican un sedentarismo periódico de toda la familia con sus animales y enseres, la explotación más intensiva del espacio, la propiedad colectiva de los espacios no cercados, la arriería. Pero también comercian con productos, utilizando sólo mulas y haciendo recorridos entre Cudillero y Astorga.
En el plano social destacó una dualidad «que les hace ser solidarios hacia el interior e insolidarios hacia el exterior», lo que provoca una endogamia a la que se llega como mecanismo de refuerzo y estrategia de defensa de los bienes colectivos. La etnicidad del grupo vaqueiro se proyecta también en el plano de los valores, de los ritos, de las creencias y costumbres, en su visión dualista del mundo y de la sociedad.
El antropólogo finalizó su intervención haciendo una radiografía de la situación actual de los vaqueiros. «Desde finales de los años 60, el grupo vaqueiro, como el resto de la población rural, viene sufriendo un profundo proceso de cambio, de tal manera que muchas de sus peculiaridades, entre ellas la endogamia y la marginación, desaparecen, diluyéndose poco a poco así su etnicidad, de tal modo que el vaqueiro de alzada, en la actualidad, casi se puede decir que es ya un ganadero más, al tiempo que el campesino, en cierto modo, se vaqueirizó». En esas condiciones es difícil la continuidad de grupo étnico porque «una cultura que no tiene territorio no se puede mantener». El acto concluyó con un concierto del tinetense Rafael Lorenzo, que acompañado de su grupo interpretó canciones de su próximo disco, «Voy pa la braña».
Dos horas y media sirven para acercarse al mundo de «Los Vaqueiros de Alzada de Asturias» y más si se hace de la mano del antropólogo y profesor universitario Adolfo García Martínez. En ese tiempo, García hizo un detallado recorrido de casi cinco siglos, evidenciando los pilares y las fases fundamentales de la profunda identidad étnica del vaqueiro de alzada. En el acto estuvo acompañado por Jaime Izquierdo y Marta Pérez Toral, directora del Área de Extensión Universitaria de la Universidad de Oviedo. La actividad estuvo organizada por la Universidad de Oviedo y Cauce del Nalón, en colaboración con el Club LA NUEVA ESPAÑA en las Cuencas. Izquierdo dijo que la obra es un trabajo complejo y felicitó al autor «porque rescata la historia nunca contada, explorando y explicando qué hacían los asturianos que nos precedieron».

A la hora de hacer una descripción, el antropólogo dijo que los vaqueiros de alzada, aunque son asturianos como los demás, constituyen un grupo étnico, porque «se autoperpetúan biológicamente, comparten unos valores fundamentales específicos, integran un campo de comunicación e interacción, se identifican a sí mismos y son identificados por otros y, por último, constituyen una categoría distinguible de otras del mismo orden». El territorio que ocupan está limitado por los ríos Nalón y Navia y va desde el mar a la divisoria, estableciendo dos residencias: una de verano (alzada), en las zonas altas, y otra de invierno (braña), en las bajas. El grupo practica la trashumancia entre una y otra en función de los pastos, con toda su familia, enseres y ganados.
Esta identidad étnica es fruto de un largo proceso histórico con tres fases sucesivas. La primera fase, sin duda la más difícil y determinante, se extiende desde principios del siglo XVI hasta finales del XVII. García definió esa fase como la «revolución de las cercas», debido a la lucha por el control de los pastos altos y en la que influyó sin duda el fuerte incremento demográfico. La segunda fase gira en torno a las redenciones jurisdiccionales, «por el espíritu de lucha y de independencia de esos ganaderos trashumantes, que habían protagonizado y ganado la batalla de las cercas». Eso les lleva a afrontar un inimaginable y costoso nuevo frente de lucha, «la compra de su libertad señorial a plazos». La tercera y definitiva etapa culmina a principios del siglo XX cuando los pueblos y parroquias de vaqueiros compran los espacios no cercados de monte y pasto.
Adolfo García habló también de los vaqueiros en el plano económico, social y mental. Comentó que el vaqueiro de alzada posee una estructura económica propia y sustancialmente distinta a la del resto. Practican un sedentarismo periódico de toda la familia con sus animales y enseres, la explotación más intensiva del espacio, la propiedad colectiva de los espacios no cercados, la arriería. Pero también comercian con productos, utilizando sólo mulas y haciendo recorridos entre Cudillero y Astorga.
En el plano social destacó una dualidad «que les hace ser solidarios hacia el interior e insolidarios hacia el exterior», lo que provoca una endogamia a la que se llega como mecanismo de refuerzo y estrategia de defensa de los bienes colectivos. La etnicidad del grupo vaqueiro se proyecta también en el plano de los valores, de los ritos, de las creencias y costumbres, en su visión dualista del mundo y de la sociedad.
El antropólogo finalizó su intervención haciendo una radiografía de la situación actual de los vaqueiros. «Desde finales de los años 60, el grupo vaqueiro, como el resto de la población rural, viene sufriendo un profundo proceso de cambio, de tal manera que muchas de sus peculiaridades, entre ellas la endogamia y la marginación, desaparecen, diluyéndose poco a poco así su etnicidad, de tal modo que el vaqueiro de alzada, en la actualidad, casi se puede decir que es ya un ganadero más, al tiempo que el campesino, en cierto modo, se vaqueirizó». En esas condiciones es difícil la continuidad de grupo étnico porque «una cultura que no tiene territorio no se puede mantener». El acto concluyó con un concierto del tinetense Rafael Lorenzo, que acompañado de su grupo interpretó canciones de su próximo disco, «Voy pa la braña».
.
[Del diario La Nueva España, 23-3-10. Foto de Fernando Rodríguez.]