Nuestra asociación nació en el año 1996. Desde entonces está asiduamente presente en las actividades culturales de todos los concejos que conforman el valle del Nalón: Langreo, San Martín del Rey Aurelio, Laviana, Sobrescobio y Caso. Así, Ciencias, Literatura, Filosofía, Sociología, Política, Arte, Urbanismo y ordenación del territorio, Patrimonio arqueológico industrial y natural, Economía, Historia, Geografía, Sanidad, Teatro, Música, Gastronomía, y muchas otras materias, conforman año tras año nuestros programas culturales, con actividades abiertas no sólo a los socios, sino también al público en general.

viernes, 24 de abril de 2009

En busca de la memoria perdida

Bucarest, la memoria perdida es una película documental sobre la memoria histórica española.


por JOSÉ LUIS IGLESIAS RIOPEDRE
(Consejero de Educación y Ciencia)


Mirar al pasado desde la perspectiva de un niño nacido en el exilio que recrea la memoria: la suya, la de sus padres -indisolublemente ligada a una etapa del Partido Comunista- en dos períodos clave de su vida. Tuve la fortuna de conocer a Jordi Solé-Tura en 1974, en la conferencia nacional del PC celebrada en París con motivo de la incorporación de Bandera Roja al PC, y allí conocí a Alfonso Comín, al propio Jordi Solé-Tura, a Jordi Borja y a otros. Coincidíamos en el rechazo del dogmatismo marxista preponderante en los PC de la época y en la necesidad de abrir el PC a la sociedad y a las realidades nacionales y regionales.


El autor, Albert Solé, hijo de Jordi Solé-Tura, militante encarcelado en la época franquista, voz de Radio Pirenaica, catedrático de Derecho, brillante intelectual, padre de la Constitución, un hombre de grandes conocimientos jurídico-políticos, con un gran «seny» y al mismo tiempo muy sensible y accesible y, desde hace nueve años, enfermo de alzhéimer en estado bastante avanzado, son el punto de partida para llevar a cabo todo el proyecto.


Bucarest, la memoria perdida es una película documental sobre la memoria histórica española que aporta, por fin, aire fresco a esta corriente audiovisual encerrada entre reportajes calcados los unos de los otros y cierto silencio en torno a algunos temas.


Albert sitúa la película a medio camino entre un muy buen reportaje sobre la izquierda radical clandestina durante el franquismo y una coherente narración personal a modo de autobiografía. Su narración en off es sencilla y precisa, usando dosis mesuradas de humor y metáfora.


Albert Solé, recuerda que hay 800.000 familias de enfermos de alzhéimer que viven la misma situación en España. «Son dramas anónimos en los que el paisaje que se dibuja cada día es más complicado». La decisión de emprender el rodaje de «Bucarest...» no fue fácil por la implicación emocional y el desgaste de la privacidad que conllevaba.


Cuando tuvo la certeza de que su padre tenía vacíos sobre el pasado, decidió que era el momento de recuperar la memoria. Pero lo que le motivó de verdad fue su hija Noa, que no entiende cómo su abuelo se comporta como un niño pequeño. Albert quiere explicarle que ese hombre al que le cuesta abrocharse los zapatos ha tenido una vida intensa y rica. «Fue una persona que se la jugó. Se entregó a unos ideales que, acertados o no, fueron coherentes».


Mientras rodaba, Anny Bruset, su madre -«el guardián de los recuerdos de mi infancia», dice Solé-, testimonio clave del exilio en Francia y en Rumania, sufrió una triple embolia de la que, tras cinco operaciones, se ha recuperado admirablemente. «Paré el rodaje, pero al final decidí grabar su intervención por el valor simbólico que tenía: se está perdiendo la memoria». De sus recuerdos destaca lo que su ex marido le susurró cuando se le declaró en Dives-sur-Mer: «Haremos juntos la revolución y pequeños revolucionarios».


Para Albert Solé es vital que detrás de cada enfermo de alzhéimer se busque a la persona. Mantienen los registros que caracterizaban su personalidad antes de la pérdida de memoria. «El que es sociable lo seguirá siendo; quien tenga sentido del humor lo mantendrá, y el que es irritable lo será más».


El alzhéimer saltó a primera página en octubre, cuando Pasqual Maragall desveló que, a sus 66 años, lo padece. Pasqual anunció su voluntad de luchar contra la enfermedad y colaborar para eliminar los tabúes que la envuelven. «En ningún sitio está escrito que sea invencible».


Solé-Tura fue senador hasta la anterior legislatura. En diciembre del 2003 recibió la medalla de oro de la ciudad de Barcelona. Ese día improvisó un discurso emotivo en el que recordó a los presos políticos de la dictadura. Nadie percibió los síntomas de la enfermedad, quizá, opina su hijo, porque le acababan de detectar pérdida de audición en un oído.


El problema se hizo evidente en otra solemne intervención pública. La Universitat de Barcelona convocó pocos meses después un homenaje por su aportación a la Constitución. Asistió Felipe González. Ese día, al profesor que tantas lúcidas clases había impartido en esas aulas no le salían las palabras. Sus referencias sobre el sufragio universal y sobre el juego democrático apenas se entendían. «No le salía una palabra que había pronunciado millones de veces: Constitución. Fue un sufrimiento. Ese día, por primera vez me vino a la cabeza el alzhéimer». Los médicos confirmaron el temor. Hoy reconoce a poca gente. Sólo a personas muy cercanas, como Teresa Eulàlia Calzada, su actual esposa, ex diputada del PSUC y compañera de militancia, y a Albert, su único hijo. A veces confunde sus nombres. Siempre le ha gustado el contacto con la gente. «Cuando alguien lo saluda por la calle, responde abiertamente, con mucho cariño, aunque no identifique quién es el interlocutor».


El análisis político de la carrera de su padre, quien empieza en la extrema izquierda y va virando poco a poco hacia una izquierda moderada, es un punto decisivo en la narración. Albert lo resuelve sin afrontarlo directamente. El repaso de su trayectoria termina en la época en que Solé-Tura llega al Partido Socialista. Pero la rotundidad de las declaraciones elegidas de algunos ex militantes de extrema izquierda (reconociendo la disolución de sus ideales ya en los setenta, entre otras varias) es un ejercicio de autocrítica que desata este complejo nudo con sinceridad.


Después de muchos años de trabajos audiovisuales sobre la memoria histórica «Bucarest?», de Albert Solé, marca un camino interesante, sanamente subjetivo, con una amenidad que no resta peso a la importancia de lo que está contando. Y para todos los que vivimos un mucho o un poco aquella época del PC es enormemente emotiva. La «película», el objeto material, la cinta en sí, es como una contraposición al borrado del alzhéimer. Al igual que recuperar partes ocultas de la lucha de izquierdas contra el franquismo es una contraposición al olvido general. Un granito de arena más para recordar lo que pasó.


[Copyright diario La Nueva España, Oviedo, 24 de abril de 2009.]